miércoles, 18 de febrero de 2009

¡que se pare el mundo!



No creas que es fácil estar así, a diez metros de distancia, verte cruzar el semáforo, la calle mojada y el agua empapando mi cara, el pelo pegado a mi rostro, y entre él puedo ver tu cuerpo cada vez más cerca, caminando hacia delante, un instante en cruzarnos y tu mirada se esconde de la mía bajo el gorro de tu abrigo negro. No es fácil verte pasar por mi lado, paralelamente, y no quieras acordarte de mí, de mis ojos, de mis manos que ahora se esconden congeladas dentro de los bolsillos de este fino jersey. Hace frío, mucho frío. Y el agua empieza a filtrarse por los poros de mi piel, lentamente alcanzando mi corazón, y lo ahoga. Me ahogas el corazón. Estoy aquí, desde el preciso instante, desde el preciso segundo en que nuestras miradas se han cruzado y tú has huido de mí. Estoy aquí, quieta, parada, vacía, congelada. Y la gente no deja de cruzar esta calle, este semáforo. Vienen y van, sin importarles nada. Quiero rebobinar, por favor, y todo se detenga en el instante de nuestras miradas. Que se pare el mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario